
Pareciera ser que cada generación es más “enfermiza” que la anterior, y que las pruebas de esto son los géneros musicales, yendo desde Chopin, hasta Plan B, Desde John Coltrane hasta Justin Bieber, Nina Simone y Miley Cirus, The Beatles y One Direction, y así sucesivamente hasta agotarlos todos, pero lo cierto es que las personas somos seres inconformes, no importa la situación o el género (musical en este caso), siempre estamos haciendo uso de nuestra vocación de Críticos.
En los 50’s por allá en el sur de los estados
unidos, había un Ray Charles, negro, cantando música propia de iglesias
cristianas con letras de amor, desamor, tristezas, odio y hasta de rumba. Enardeció
sin duda la ira de todas las personas de la época, claro que la carencia de
Twitter y Facebook disipó un poco el odio y el rechazo a este movimiento que
empezó un hombre, que tras que era negro en plenos años 50’s en uno de los
peores lugares para serlo en esa época, era ciego. Lo mismo sucedió con Chuck Berry y el Rock
And Roll. Me imagino que ya para esta etapa, ustedes deben pensar que soy un
loco al comparar a estos genios de la música con Pitbull o con Miley Cyrus, lo
cierto es que no los comparo a ellos, los comparo a ustedes, a nosotros como
sociedad.
Andrés Caicedo en su obra
cumbre “¡Que viva la Música!” nos dice que todo género musical es la
representación de una cultura o por lo menos de sus costumbres, suponiendo esto
como cierto entonces tendría más sentido el nacimiento de la salsa en Nueva
York, con la migración masiva de latinos y de la ley jones que adjudicaba la
ciudadanía “gringa” a todos los nacidos en Puerto Rico, El Blues como la
representación de la tristeza generada por una esclavitud histórica que parecía
no acabar, (Recordando que “Blues” en inglés también es un adjetivo de tristeza
y melancolía), El punk como respuesta a un sistema monárquico en el Reino Unido
que ellos veían como desigual, el Pop en estados unidos principalmente como la
necesidad de mantener la música en un mundo capitalista y de comercio, y así
sucesivamente hasta llegar al Reggaetón.
En una conversación promedio
entre hombres, queramos o no, siempre vamos a tener como temas principales, las
mujeres, los autos, los deportes y a veces la tecnología. ¿Acaso no resultan
estos temas familiares dentro del Reggaetón? O díganme un vídeo en el cuál no aparezcan
alguno de estos “elementos”. Lo mismo sucede con las letras: “navegando en mi
automóvil, hablando con las nenas por el móvil, dime qué vamos a hacer”, Todos
hemos visto letras como éstas a cada rato en Twitter, Facebook y ahora en
imágenes de Instagram, donde son compartidas orgullosamente tanto como por
hombres y mujeres, que luego en la noche cantan desenfrenadamente estas
canciones en las discotecas y al día siguiente se ofenden cuando ven un Tweet
machista de Adolfo Zableh o escuchan un comentario machista del tío en un paseo
familiar.
Es ahí cuando uno piensa que
uno de los países suramericanos donde más se escucha y se desarrolla el
Reggaetón es Colombia, principalmente en Medellín donde viven todos esos que
prenden las discotecas y las “rumbas de cincuentonas”, casualmente una ciudad
histórica en antecedentes de drogas, “sicariato” y el sexo fácil. Sí, vulgar,
machista, degradante, sexista y de ritmos “sin sentido”, el Reggaetón no es más
que la representación de nosotros mismos, o por lo menos de esta generación.
1 comentarios:
Buen escrito. Es cierto que hoy en día el reggeatón nos representa (de muy mala forma) a la sociedad y de muchas formas, la manera de pensar de este país.
También recuerdo aquellos días en que la gente del interior adjudicaba el reggaetón solo a los costeños, acumulándolos junto a otros prejuicios. Les parecía un ritmo vacio y con falta de moralidad. Pero ahora un cachaco, paisa, llanero, caleño y hasta pastuso, escucha, canta y baila (bien o mal) reggeatón.
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