30 sept 2013

CONSTRUYENDO UNA MEJOR FORMA DE VIVIR

Por: Keylen Esquirol Maestre
VII semestre

Amarildo López junto a un compañero en  labores de construcción

“Tengo que darle de comer a mis seis hijos, el pico y la pala son esas herramientas que me dan la oportunidad de sobrevivir, es lo único que sé hacer”, asegura Amarildo López Sierra, un albañil empírico de 41 años de edad oriundo de Sabanalarga, Atlántico y  que día a día labora incansablemente en distintas construcciones para obtener algo de dinero.

El reloj marca las cuatro de la madrugada y con él su hija de 14 años, quien se dispone a levantar a los otros menores para que se alisten antes de ir al colegio. Ella calienta la comida de la noche anterior, y si no hay, prepara unos huevos donde pone a prueba sus destrezas para lograr que alcance el desayuno para todos; en ocasiones, ella prefiere quedarse sin comer con tal que su padre se alimente bien y que en la noche pueda llegar a casa con bolsas que contengan la comida del día siguiente.

Con azadón en mano, gorra, camisa manga larga, guantes y botas, López inicia la jornada. Los rayos inclementes del sol, responsables de la tez oscura de su piel, salen con fuerza en la mañana. Junto con sus compañeros levanta  pesados bultos de arena, costales llenos de cemento, prepara la mezcla, cuenta y organiza ladrillos, derrumba paredes, levanta columnas, en fin, procura que  durante las nueve horas de trabajo le rinda el tiempo y así cumplir con las expectativas y necesidades del “patrón”, el hombre que los  contrata y que se encarga de pagarles su parte, fruto de los grandes esfuerzos a los que se enfrentan.

Este pequeño hombre se distingue de los de su grupo, por llevar con él siempre un pequeño radio de pilas. Vallenatos con más años que él, rancheras y salsas de Hector Lavoe, sobre todo, son sus géneros predilectos. Cree que la música ameniza sus quehaceres; no es extraño que mientras está lista la mezcla o cuando está descansando, se ponga de pie y baile la parte de la canción que más le gusta. Cuando suena ‘La Difunta’, uno de los recientes temas del cantante Silvestre Dangond, entona a viva voz estrofa por estrofa, como si se sintiera identificado con la historia, quizás la ingratitud de una mujer sea la responsable de que se encuentre criando solo a sus hijos.

Lo extrovertido de su personalidad contrasta dramáticamente con los estragos  del oficio en su cuerpo. Sus grandes manos además de resecas, están llenas de moretones y cortadas. Meses atrás había caído de unas escaleras mientras tapaba las  goteras de un techo, le quedó una cicatriz grande en la espalda, pues justo en ese momento no tenía camisa. “A veces me ha tocado trabajar bajo la lluvia, eso es más difícil que trabajar con calor, por lo general me da gripa y ganarme una enfermedad  es sinónimo de perder plata”.

Cuando se está ocultando el sol y se aproximan  las cinco de la tarde, automáticamente la felicidad le irradia el rostro. No ve la hora de llegar al “rancho”, como él lo llama, y saber como están sus hijos. Su casa se encuentra en el barrio Buenos Aires, ubicado en plena Vía Alterna. Cuenta que una vecina le colabora con los niños más pequeños, que como asegura, llevan en la sangre su hiperactividad, y por lo tanto, son inquietos y necesitan que  alguien los esté vigilando continuamente.

Por lo general, a final de mes, y justo cuando inicia el fin de semana, sus compañeros lo incitan a gastarse el sueldo en cerveza o aguardiente, pero la responsabilidad es uno de los valores con los que se siente más identificado.
Uno de sus sueños es poder ahorrar dinero, vender su pequeña porción de tierra y mudarse de ese lugar, pues tiene que lidiar con problemas de inseguridad. Afirma inconforme que allí viven vendedores de droga, atracadores, “es un refugio de delincuentes, ponen música a todo volumen casi a diario, no se puede ni dormir”.

Al igual que Amarildo, son muchos los casos donde se evidencia que gran parte de la población colombiana vive gracias  a trabajos informales, considerando que no son empleos permanentes y que pasan ciertos períodos del año desempleados. Conseguir un nuevo trabajo se vuelve todo un desafío. Asimismo, gran parte de las personas que padecen esta situación no ha podido terminar estudios primarios y secundarios.

El diario nacional El Tiempo publicó a inicios del presente año un artículo que habla del aumento del empleo informal en el país. Según el Dane, éste correspondió al 51,6 por ciento de la población ocupada de las 13 principales ciudades, en donde se mide el fenómeno; dicho informe corresponde al elaborado  en el trimestre terminado en noviembre del año pasado.

A veces este tipo de casos son desconocidos por aquellos que tenemos posibilidades de vivir mejor. El “rebusque” se ha convertido en el pan de cada día de aquellos cuya educación no ha sido suficiente para poder obtener una estabilidad. El sueño de Amarildo, entre otras cosas, es evitarles ese futuro incierto a sus niños, por lo que se somete a extensas y agotadoras jornadas. Vive con la preocupación de no conseguir trabajo algún día en este agotador oficio que aprendió de su padre. “El desgaste es físico y mental, pero la  sonrisa de mis ‘pelaitos’ es mi premio mayor”, asegura, a la vez que sonríe y se dispone a recoger más arena con la pala.

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